Yanko Tolic,
músico de la banda Massacre.
CUALQUIERA DE NOSOTROS
Escribiremos
sobre el último libro de Fabio Salas (Santiago, 1961) llamado “Una
Canción De Invierno Para Un Corazón Solitario”
la primera novela de este escritor que ha plasmado una obra
extraordinariamente homogénea en más de 20 títulos incursionando
en el ensayo, la poesía y la narrativa, siendo profesor
universitario por más de 20 años.
Amo su crítica
al leerlo recordándome a J.C. Ballard (El futuro no será peor
que el presente) o cuando se adentra en las entrañas retorcidas
haciendo una literatura imposible como un William S. Burroughs.
Describiendo novelas semiautobiográficas con la maestría de
Henry Miller y desafiando con la brutalidad de Bukowski…una
verdadera exposición quirúrgica de este dragón que vigila la
sociedad con sus letras salvajes.
-Me siento
solo, doctor.
Así comienza
la conversación que durará casi todo el libro entre el
protagonista Dylan y su psiquiatra con el cual tendrán una serie
de diálogos existenciales, con sus transformaciones y luchas
internas. Una sinfonía de psicoterapia que se torna un
torbellino de sucesos respecto a temas como el sentido de la
vida, la soledad o el vacío existencial o la integración de la
muerte entre otros.
Hay pasajes
notables de Dylan, descrito como ingeniero comercial y gerente
de una división de comercio exterior de un conocido banco, hijo
de madre sobreprotectora y dominante, con resabios edípicos en
su relación con ella. Se describe sin piedad, el trabajar en un
ambiente cargado al arribismo donde lo más elevado que se
discute entre colegas es la marca del auto recién comprado o en
cuál resort del Caribe gastar dinero en las vacaciones. Todas
las chicas y mujeres con las que alterna en la oficina sólo
piensan en casarse con un gerente que las lleve de compras a
París, como en la TV…
Sin embargo,
él desde los 12 años había hecho de su habitación un santuario
donde, como sumo sacerdote, descifraba los misterios de la vida
en una intensa conversación con lo infinito.
Sonido a Sonido. Nota a nota. Disco a disco. “Jethro Tull”,
“Miles Davis”, “Mike Olfield” o los sinfónicos progresivos
“Grobschnitt” de Alemania Occidental, “Butterfield Blues Band”,
“Fleetwood Mac”, “Led Zeppelin”, “John Coltrane”, “Frank Zappa”,
“Muddy Waters”, “Jimi Hendrix”, “Chuck Berry”, “The Who”o “Johan
Sebastián Bach”.
Asistía a lugares en busca de
obras que le conectaran con su interior y le procuraran la misma
sensación de belleza que había tenido viendo alguna vez en
Madrid el “Guernica” de Picasso o la Capilla Sixtina en Roma.
Un encuentro
con una muchacha de familia adinerada con atisbos de moralista
revolucionaria le trajo sensaciones de ver los cuadros de
Pollock. Conversando de cine sintió de frentón que ella jamás
había visto algo de Pasolini, de Ashby, ni de Buñuel. Eran todas
iguales. Pensaba después dejarla. Lo más cierto de vivir en un
país como éste, con un verano con festivales de mierda que sólo
aportan bazofia, el invierno con los servicios de salud
atestados de enfermos respiratorios, una TV con teleseries de
mierda con malos actores que son presentados como la cúspide de
la creatividad nacional, los conciertos siempre traen a la gente
usual, baladistas maricones que vuelven locas a las mujeres,
metaleros desquiciados que actúan para cuatro gatos, películas
de una tracalada de cineastas gringos subnormales con patente de
genios, los premios nacionales con sus querellas de mierda y sus
maquinitas políticas, mientras tanto el planeta envejece y las
universidades lanzan miles de miles de cesantes ilustrados.
Conoció una
nueva muchacha, Luna, estudiante de Antropología, con la que
salió a bailar y terminaron en el departamento de ella. Cuando
todo iba bien y la intimidad se acercaba ya casi desnudos ella
para y le dice:
-¿Te importa
si hablamos un poco?
-Dale, pues te
escucho.
Hija mayor de
un ingeniero en minería encumbrado en las más altas esferas de
la industria nacional. Luna vivía sola en la ciudad, mientras su
padre se llenaba los bolsillos de dinero negociando en los
estancos mineros del norte, divorciado como estaba de una esposa
depresiva, que ahora arrastraba su histeria en el fundo
familiar, lejos de la capital. Un hermano menor en permanente
tratamiento psiquiátrico e incapaz de sostener de modo habitual
cualquier actividad de estudio o laboral, completaba el cuadro.
-Dylan, yo
quiero a mi padre, pero lo odio… ¿lo ves?... él es mi padre y lo
amo, pero también es un empresario…un enemigo capitalista…y él
nunca se toma en serio mi posición política ni mis críticas a su
talante de empresario millonario…eso me recuerda la dialéctica
del amo y el esclavo de Hegel ¿la conoces? ...algunos quejidos
entrecortados comenzaron a aflorar en el habla de la muchacha.
No pudo
seguir, Luna lloraba compulsivamente, doblada sobre sus rodillas
y con los brazos encogidos. Dylan le acarició su encrespada
cabellera con delicada compasión. Supo, al menos por esa noche
el sexo se había ido a la mierda.
De pronto la
muchacha con respiración agitada con prisa abrupta miró
fijamente a Dylan.
- ¿Viniste
aquí sólo por sexo, no es cierto?
Dylan se quedó
de una pieza. La futura antropóloga lo miraba con creciente
hostilidad.
- ¿Qué
insinúas?
- ¿Crees que
puedes llegar y taladrarme, así como así?
Luna se puso
de pie y avanzó a la cocina. Volvió con un tenedor en la mano.
Luna, sólo
intentaba conocerte.
- ¡Lárgate
mierda! ¡largo de aquí! ¡Fuera! - Luna estalló en sollozos
sacudiendo la cabeza y bajando la mirada. Dylan llegó a la
puerta y miró por última vez como la muchacha lanzaba el tenedor
al piso y tiraba patadas al sillón sin dejar de llorar.
El joven llegó
a la parada del autobús, eran las tres de la mañana.
-Queda a
título de inventario… ¿será que sólo a mí me pasan estas
paridas? -se dijo.
Ahora nadie
podría decir que él no conocía el lado oscuro de la luna.
El psiquiatra
en una nueva sesión le indica: -Todavía no comprendo como un
muchacho tan sensible como tú pudo estudiar economía en la
universidad y trabajar en un banco…nunca quisiste ser escritor?
¿Pintar? ¿Filmar películas?
Dylan
respondió: - Es porque sabía que sin dinero jamás iba a acceder
a lo que verdaderamente me importaba…si hubiese estudiado
literatura o música, jamás habría visto la Capilla Sixtina, ni
tendría la discoteca que tengo o los libros…habría terminado
igual que los que conocí en la universidad que mendigaban unos
pesos para almorzar y sólo iban al cine cuando alguien, un amigo
sostenedor o una novia despistada, les pagaba la entrada.
Notable es en
uno de los pasajes finales del libro cuando encara a su
psiquiatra cuando el facultativo le dice: -Nosotros no tenemos
la llave para salvar nadie del infierno y llevarlo al cielo y
eso tú lo sabes, todo lo que hice fue poner señuelos que te
indicaran el camino…
- ¡Señuelos?
Contesta Dylan. Una manada de tarados pateándome en el piso de
una clínica y una enfermera amenazándome con meterme sustancias
ilegales en la sangre. Para usted es simple recibir a gente
desilusionada o desesperada o confundida. No será una batalla
contra la psiquiatría, pero si contra la mentira y el dolor
amenazante para todos aquellos que confían en un especialista
que se esconde tras un título médico y que se arroja la
autoridad de decidir qué es lo normal y lo anormal.
Fabio en una
noche fantasmal indicó con respecto al libro: “La novela plantea
que, si uno va a aprender a vivir con la soledad, con todo lo
desgarrador y trágico que eso es, y lo cotidiano que puede ser.
Puede existir la posibilidad de vivir así, pero sin perder la
esperanza. La novela es un final abierto donde el protagonista
se encuentra consigo mismo, su yo pasado queda atrás y esas
pocas cosas que contienen el mundo que él descubre como
conclusión (de una manera no verbal) es que las luchas del
futuro serán las mismas del pasado. Esa minoría dentro de la
minoría que podríamos llamar contra cultural. Y de eso depende
lo mejor de la gente. Esa tragedia de ser diferente y de estar
siempre viendo más allá del resto se vuelve en contra de uno.
Por eso trabaja de esa manera, por eso gana tanto dinero y por
eso esta tan solo. Él, al final asume quien es y eso nos hace
mejores sin caer en la auto ayuda y la psicoterapia.
Tenemos
algunos la música, la literatura, los idiomas, los dibujos, las
artes en general para combatir la soledad y eso de alguna manera
se debe ver reflejado en lo que hacemos.
Fabio acota:
-La idea mía era hacer un libro sobre la soledad, es una
situación que la vive la gente en todos los lugares, en todos
los tiempos, que siempre está y es el Leitmotiv de las grandes
novelas a lo largo de la historia. Sin llegar a ser un realismo
sucio.
El
protagonista puede ser cualquiera de nosotros.
Fabio Salas
Zúñiga (1961) escritor, ha publicado casi una treintena de
títulos de ensayo, poesía y narrativa. Ejerció docencia
universitaria y trabajó durante dos décadas en medios de prensa,
radio y TV. Vive en Ñuñoa dedicado por completo a su producción
literaria.
"Canción de amor para un corazón
solitario, 2019. Novela.
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